domingo, 28 de abril de 2013

MUESTRA POÉTICA DE EURÍDICE ROMÁN DE DIOS


Signos de agua
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Bajo la lluvia donde todo sucede,
germinan los enigmas, los colores tornasolan sus esencias, el pavimento se humedece y la tierra desprende el olor que nos remite a la infancia. No hacen falta los boletos que nos trasladan a otros horizontes. Aquí podemos esperar la llegada del aura. En ese amanecer la cobija (el bosque) cambia la mirada y el tiempo se ensancha, nada se necesita. Los rayos del sol se colorean y un tono mandarina alegra. Danzantes somos y aunque todo no es más que un lienzo, un pequeño estuche, es suficiente para sostenernos el resto de las temperaturas y los ánimos.
Ha llegado la hora del café, cae una llovizna.
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Observarse en el espejo no necesariamente significa reconocerse. Siempre hay un testigo que permite transparentar las corrientes y las ligaduras que te componen. Muchas veces un cuadro o un sonido, son más espejo que tu reflejo, son además puertas fugaces que a la distancia guardan como en los roperos lo que te identifica. En días lluviosos como hoy, es mejor reflejo la ventana.
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El hogar hoy está iluminado de luz dorada, playa brillante, calma, remanso de paz, donde los habitantes encuentran su espacio propicio para crecer; reboza el bienestar, por el cuerpo fluye la sangre y es claro que el horizonte se abre hacia nuevos caminos. Los sueños se aclaran, proyectan la enorme fuerza que durante años anidaron, es tiempo de dejar un convulsionado estadio alimentado de serpientes, alacranes y tiburones, hoy nadamos libremente, el canto de los pájaros al amanecer, permite que delfines y cardúmenes tornasolados acompañen nuestros largos pasos firmes.
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Tiempo nublado.

No siempre las cosas brillan, también el lado oscuro las hace existir, hay veces que el ruido se escandaliza y cimbra el ánimo, nos entristece saber que la irracionalidad predomina, que enceguece abrumadoramente, la sangre se enciende y la humedad desaparece y se convierte en tierra seca y craquelada. En esos territorios del alma humana, no hay lluvia, no hay ruta, no hay boca. El lenguaje es breve y la noche se profundiza en largas temporadas.
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En ocasiones las palabras no encuentran su peso, se dispersan, van de tumbo en tumbo, palpan superficies pero no llegan a su sitio. Parecen derrotadas, sufren, se llenan de dolor, ensangrentadas porque los humanos con sus actos no se salvan, nada reparan, se hacen indiferentes y violentos, se les olvida la paz y el amor. No tienen sentido.
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Los árboles de ancestrales raíces
me han traído aquí,
los busque desde antes de nacer
hasta encontrarlos.
Sus brazos se extendieron y abrigaron
en su paisaje amplio y fresco
mi cielo despejado.
Con eso construí mi falda de estrellas
mi luna nueva iluminando el camino
por dónde atravesaría tu carruaje.
Una cabeza móvil para rondar
secretos íntimos. Subir escaleras al cielo
dibujar los signos coloridos de mis deseos.
Lejos de bailarinas rígidas y mejor,
 alas suaves, leves, firmes.
Colocar la mesa a campo abierto,
evitar paisajes citadinos ruidosos estresantes
que seccionan la palabra tierna.
Se vea con claridad sobre el paisaje interno
lágrimas de Elektra sostenida
férrea en sus columnas.



Cuando el amor;
las hojas de dos árboles se juntan
uno se viste otro se desviste,
uno flota otro camina a paso firme,
dos islas diferentes
unidas para un fruto jugoso.
Se danza y sombrero y abanico
libremente se desplazan,
dos manos vuelan, construyen nidos.
Lugares donde las redes de los títeres
se cortan. Se alejen domadores, se cierra
el espectáculo.
Permiten el ascenso de la casa,
vuela globo al viento.



De las raíces ancestrales nace
El arcoíris que florece
el pecho se abre
mis manos deshacen las rejas de la mirada,
las cintas del vestido estrecho;
abro los ojos y no necesito explicaciones
escucho las notas de pájaros cenzontles:
atravesar, arriesgar, atraer.
La musicalidad, su lira.
Que las ideas salgan, bailen, vuelen
se hagan jinetes en el campo.

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Cuando las cosas aparecen flexibles, da la impresión de un recorrido menos arduo. Se puede observar desde la ventana que los riesgos no necesariamente nos producirán excesos dolorosos. Es posible entonces, traspasar los arrecifes, colocarnos las escamas y  no quebrarnos ni siquiera en el verano. Recobrar nuestras habitaciones y en silencio observar el muro de los muertos, la gota que se extiende en mares océanos de la vida en el  planeta.



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 © Eurídice Román de Dios





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